A veces pienso
que he nacido para callar:
como el caballo derrotado
abrasado en el cansancio
después de una carrera galopante
sin el premio a su esfuerzo;
o como el perro sumiso
castigado por la vesania de su amo
y abandonado, después,
en uno de esos fríos y largos caminos
donde lo acoge la muerte;
o, tal vez,
parecido a ese tronco
partido en su soberbia por el viento
y dejado ahí,
sin nombre, escupido en la tierra.
A veces pienso
que he nacido para sufrir:
como esa ave migratoria
que perdió su rumbo
alejada del aliento de los suyos
y se duerme
desplomada en el vacío;
o como ese toro gallardo
cebado para la más cruel pelea
desigual y trágica
donde la tortura tiene su sede
con el nombre macabro de “fiesta”.
A veces pienso
que he nacido para amar,
pero no encuentro los brazos
ni los labios
ni los ojos
que me abracen
que me besen
que me miren…
A veces pienso
-mientras camino-
que no sé por qué
ni para qué
ni para quién vivo.

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domingo, 10 de mayo de 2009
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