VERSO LIBRE

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domingo, 10 de mayo de 2009

ESQUELA PARA UN VIVO

Era un hombre feliz
-eso aparentaba por lo menos-.
Tenía bien ensayada la mano alzada
(sobre su pechera la otra)
para enviar y agradecer los saludos.
Cabello y zapatos charolados.
Perfumaba sus hombreras
con Blue Jeans de Versace…

Siempre el don, señor
diga usted, lo que usted diga
por donde él pasaba.
Vivía en un jardín:
no oía más que gorjeos de pájaros
a su alrededor.
“Eres…, eres…, oh tú…
Su disco preferido, “la novena”;
sobre todo, el último movimiento
que tarareaba
bajo el foco lluvioso de la ducha.

En su tarjeta de visita:
Excmo. Sr. D. …….
y en rojo, con relieve,
el listado de sus méritos.
Familia, amigos, casa,
situación económica…
-perdonadme que me salte el orden de valores-
en perfecto estado de revista.
Como un amante fiel
“el móvil”, sin descanso, velaba sus secretos.
Cuidaba mucho todos los detalles.

¿Entonces, qué?
Alguien, no se sabe quién,
dicen que “desde arriba”
tachó su nombre y apellidos.
Y todos entendieron el mensaje.
Aquel “superhombre” besado
hasta entonces por la Fortuna,
de repente
empezó a sentir frío sobre sus hombros
murmullos acusadores
arrogancia en las miradas
muchos espacios libres por donde él caminaba.

Hasta los suyos, los más suyos
le decían atrevidos:
Pues tú, ¿qué te habías creído?
En su casa
el silencio le hiere como un puñal.
¡Papá, qué sucia llevas la corbata!
Y a la hora de su paseo solitario
encorvado y deprimido
hasta las mismas hojas de los árboles
ovilladas en el suelo
se apartan desconfiadas a su paso

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