Mi castillo, habitado antes
de luminosas palabras de amor
está ahora desarmado y frío.
Cayeron todas (las palabras)
desde su alta almena
al foso hambriento del desafecto.
Y yo
que fui linterna de tus ojos
cayado marfileño en tus dudas
asiento de tus esperanzas
deshojando cada uno de los días
oliendo tu cuerpo
perfumándolo con mis besos…,
soy ahora una ventana cerrada
al paisaje de la vida.
Rompiste la rama frágil
que descansaba mi vuelo,
para alejarme, perdido, de ti.
Te pertenece, quédatelo,
todo lo demás: el halago,
la ambición y la mentira.
Ocupado estoy
dispersando las volutas últimas
de aquellos fuegos fatuos
macabras sombras chinescas
que encendiste en mi corazón
llenándolo de dudas.
Mientras te vas alejando sola,
altiva, sin volver tu rostro,
pienso: ¿Cuándo me has amado?

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domingo, 10 de mayo de 2009
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