VERSO LIBRE

VERSO LIBRE

domingo, 10 de mayo de 2009

DESCONCIERTO EN EL AIRE

(Monólogo con el Viento)

Lo sé:
naciste para ser libre
pues no hay brazo que te atrape
ni pincel que detenga tu aliento.
Tampoco goznes
riendas
bocado
que a la obediencia te llamen.

Oculto estás tras esa malla sedosa
de infinitos pliegues que abanican nuestro rostro,
desfilas autoritario por la ancha frente del espacio
escudriñando todas las calles del mundo
hasta que, igual que el humo
agotado
te conviertes en moneda volátil
sin peso, desnudo en el vacío.

Castigado como Caín a huir sin descanso
corres desbocado con la fusta azotándonos
y nos empujas, Eolo, a escondernos de ti.
Todo lo que tocas lo deshabitas
despertándolo con el susto de tu mirada.

¿Quién abre la puerta que te despeña sobre el mundo?
Pasas sobre/entre nosotros sin ser parte nuestra
despojado de asideros, -pues la materia te repele-
reflejándote en la misma frontera de los cuerpos.

Qué hermoso sería
ceñido en tu espiral atormentada
escuchar tu ulular lastimero desde el vientre oceánico del cielo
o desde el punto angular de la cima más alta
recibirte y besarte como una ofrenda núbil…

A las nubes pastoreas, Céfiro,
hasta esos lugares de nuestros campos yermos
para alimentarlos bondadoso con el grano sementero de la lluvia.
Conduces a la paloma arropada en tus vendajes
orientando sus viajes mensajeros.

Te gusta voltear el esbelto torso de las ramas
provocando su quejido
o convocar todo también
a la alegría obligada de la danza alocada y febril
que tu paso le dicta.

Tropiezas,
rastreas con tus pezuñas de terciopelo
el rostro viejo de la tierra tapizado de hierbas y flores,
libándolo con la ternura de la abeja,
susurrante y cariñoso…

¿Hasta cuándo el oleaje
torbellino
vértigo
danza invisible
sin freno con que nos encadenas?
No lo ves
pero muchas veces deseamos decirte:
detén tu paso

porque necesitamos –apartados de tu compañía-
llenar con nuestro olor las plazas
reconocernos de nuevo en la rutina de los días
admirar el descuidado vuelo de las aves
abandonar nuestro cansancio
bajo el abrigo protector de las copas de los árboles
y sentir, sin tu presencia
ese bullir inquieto de los pasillos de la vida
oculto tras el maternal humus
donde tienes prohibido el acceso para siempre.

Si pudiera sellar
todas las avenidas por donde como un fantasma huyes
recogerte
en alguno de esos rincones donde te acurrucas atemorizado
colmar de paz
el oleaje de tu pecho vagabundo…,

y llevarte de la mano hasta ese broche de luz
que secuestra los ojos de los hombres perdidos en el mar
y ahí dejarte
hasta que él cure las heridas
que tantos caminos han dejado en tu cuerpo.

Contempla, entretanto, el reino de Poseidón
en su infinita largura
el ir y venir despreocupado de los peces
paseando bajo la seda del agua;
escucha ese silencio vallado abisal
lleno de campanillas multicolores.

Deja que tus ojos agotados y secos
naveguen hasta los surcos alados de las gaviotas
juega con ellas anudado en sus zambullidas
vuélvete a la primera infancia, virgen aún de recuerdos
enciérrate allí
y, ya después, haz lo que quieras.

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