Hoy he visto nacer el sol
de nuevo
apoderándose de todo
con sus fuertes brazos.
Las ramas
con sus sensuales labios
musitan palabras
de bienvenida:
el viento las ayuda.
Mis tres gatas
Tirsa, Chispa y Luz
ocupan sus posiciones
a prudente distancia
y adormecen de paz
el pequeño jardín.
Esas pequeñas cosas
que con nosotros viven
calladas: porcelanas,
miniaturas y cuadros,
me esperan incansables
donde siempre;
en el árbol del silencio
la belleza madura.
El teléfono
lleva tiempo sin refunfuñar
-pienso- mientras
le quito el polvo.
La paz crece en los senos
sellados de su celda.
Siempre un libro en mis manos
y un árbol frente a mis ojos.
Y el mar.
Tan cerca siempre de mí
vienen y van las olas
fieles en su camino.
Blancos y limpios,
aún inseguros, los jazmines
empiezan a asomarse,
entregándose a la muerte
pálidos y solitarios
en sus primeros pasos.
Tejiendo nudos en el aire,
sobresaltados y confusos
cantando piden los pájaros
su comida
en el umbral de mi aposento.
Así nos llega la felicidad:
mirando de frente,
posándose sobre las briznas
de la luz de cada día
para que tú la veas,
y la poseas también.

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domingo, 10 de mayo de 2009
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