
(para entregar a Mario Benedetti)----
Taciturna y monótona
la hebra pálida de la lluvia
da sus últimos pasos.
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Un riachuelo adormecido
deshilado y estéril
repta por la tierra yerma.
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El sueño infinito de mi gata
me distrae;
baja alguien las escaleras.
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Desde ayer sin mi paloma.
¿En que calle del cielo
se habrá perdido?
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El caballo, en la carrera
rompió una de sus manos.
“Pegále el tiro” -dijo el señorito.
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Envidio a los pájaros
en su vuelo desordenado;
ramas de un bosque imaginario.
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Prisionero en tus muslos
adolescentes. Halcón
en el manantial de tus senos.
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Se estremece el árbol
peleando con el viento;
su camino es distinto al mío.
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Atardece.
El descanso de la luz
ennoblece el paisaje.
Las sombras se ocultan
tras los cristales opacos del día.
Cierro todas mis puertas.
la hebra pálida de la lluvia
da sus últimos pasos.
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Un riachuelo adormecido
deshilado y estéril
repta por la tierra yerma.
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El sueño infinito de mi gata
me distrae;
baja alguien las escaleras.
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Desde ayer sin mi paloma.
¿En que calle del cielo
se habrá perdido?
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El caballo, en la carrera
rompió una de sus manos.
“Pegále el tiro” -dijo el señorito.
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Envidio a los pájaros
en su vuelo desordenado;
ramas de un bosque imaginario.
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Prisionero en tus muslos
adolescentes. Halcón
en el manantial de tus senos.
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Se estremece el árbol
peleando con el viento;
su camino es distinto al mío.
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Atardece.
El descanso de la luz
ennoblece el paisaje.
Las sombras se ocultan
tras los cristales opacos del día.
Cierro todas mis puertas.
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